Camilo Ernesto OssaColumnistas

Causalidad

Camilo Ernesto Ossa B. @camiloossa10

Año 1990, aproximadamente, tomemos este, como punto de partida del desorden territorial que soportamos en la actualidad, sin desconocer que hay dos momentos más en la historia reciente local, que marcaron la ampliación del perímetro urbano de la época, por un lado, los Juegos Nacionales de 1970 y, por el otro, la tragedia de Armero de 1985 que dio lugar a exenciones tributarias para empresas que se establecieran en la ciudad.

Escenario de oportunidades

La creciente Ibagué, poco planificada entonces –y sin lugar a dudas, poco planificada ahora-, apenas avizoraba un crecimiento poblacional en lo que hoy conocemos como las comunas 7, 9, 12 y 13, principalmente, la periferia, pues la dinámica poblacional indicaba una mayor concentración y edificación urbana en el centro histórico y la parte media de la ciudad, donde, para esos días, los modelos de “ordenamiento” del territorio dictaban que la planificación debía darse en relación y alrededor de las vías -que existieran, aunque no necesariamente en buenas condiciones- y el acceso a las áreas urbanas edificadas, un sistema que, inicialmente, dejaba en un segundo plano lo que hoy, transcurridos 30 años, demanda la ciudadanía: los servicios públicos en general y el agua potable y saneamiento básico en particular.

 

La baja densidad poblacional de ese momento y la concentración urbana edificada, no representaban mayor dificultad frente al desplazamiento ciudadano en los quehaceres diarios -trabajo, estudio, ocio, etc.-, el verdadero problema inicia, más o menos, hacia el año 1998, donde comienza una proliferación de edificaciones suburbanas -muy cerca de lo que, para aquella época, podría ser considerada un área urbana-, primordialmente en las comunas 7 y 12 de la ciudad; la ausencia de gobernanza municipal es de vieja data, la desatención ha sido histórica, donde poco eficiente ha sido el gobierno de turno, en concertar con la comunidad -y los distintos actores interesados en el desarrollo urbano local-, la planificación y la oferta de servicios para la instalación de vivienda, comercio, industria, etc.

El pasado en presente

Pero, como “no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague”, hoy, más de 30 años después, esas comunas que, para 1990, estaban camino a poblarse -7, 9, 12 y 13, entre otras-, hoy están plenamente urbanizadas y en pleno crecimiento, pero con una oferta de servicios francamente limitada. A hoy se debe enfrentar un cambio en los modelos de ordenamiento del territorio, incluso, a nivel mundial, debiendo ser este, alrededor del agua -eso dice la ONU y también la realidad-, algo que no tiene gran parte de los ciudadanos ibaguereños, en especial, aquellas áreas que más crecieron desde mediados de la década de los 90´s. Muchos mandatarios locales han pasado por el palacio municipal y, ninguno -puede ser por omisión, desconocimiento o interés-, han atinado a planificar la ciudad, ha sido una especie de “dejar hacer, dejar pasar” en el (sub)desarrollo territorial, reflejo de las dificultades institucionales y de gobernanza que nos aquejan.

 

Hay un problema de injusticia ambiental con los habitantes de Ibagué, por el agua, pero también por la huella urbana y el acaparamiento en la construcción -sin planificación- que ha quedado a lo largo y ancho de la ciudad en, por lo menos, tres décadas, que tiene un impacto directo en la competitividad del municipio, en lo que somos y queremos ser (en materia económica), porque, si hay algo claro, es que no se puede ver por separado el ordenamiento territorial del desarrollo. Será entonces, este, el esencial problema a resolver en el inmediato futuro.

 

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