la mañana del sábado 27 de abril pintaba serena en el norte del Tolima, pero para Jamer, un conductor de unos 50 años de edad, se convirtió en un escenario de angustia y desesperación. Su ruta hacia Cali se vio interrumpida por un accidente que lo dejó atrapado en la cabina de su tractocamión durante dos largas horas.
El sol apenas empezaba a asomarse sobre los campos verdes que bordean la vía que conecta a San Sebastián de Mariquita con la bulliciosa ciudad de Ibagué. En medio de esa tranquilidad aparente, el destino jugó una mala pasada a Jamer. Su pesado vehículo, cargado de mercancía y sueños, perdió el control en el sector conocido como Mi Ranchito, dejando una estela de caos y destrucción a su paso.
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El estruendo del volcamiento alertó a quienes vivían cerca de la carretera. Corrieron hacia el lugar del accidente, encontrándose con una escena que parecía salida de una película de acción. El tractocamión yacía de lado, como un gigante herido en medio del asfalto. Y en su interior, aprisionado por hierros retorcidos y cristales destrozados, se encontraba Jamer, luchando contra el dolor y el miedo.
Los minutos se hicieron eternos mientras los equipos de rescate luchaban contra el tiempo y la gravedad del accidente. Cada segunda era crucial, cada movimiento en falso podía significar la diferencia entre la vida y la muerte. Mientras tanto, Jamer, con el corazón acelerado y la respiración entrecortada, se aferraba a la esperanza de ser rescatado.
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Finalmente, después de una ardua labor, los rescatistas lograron abrir un pequeño hueco en la cabina del camión. La luz del día se filtró entre los escombros, iluminando el rostro ensangrentado y agotado de Jamer. Con manos expertas y corazones decididos, lo sacaron con cuidado, evitando empeorar sus ya evidentes heridas.