Cualquiera que hayan sido las circunstancias en que se produjo verdaderamente, la captura de Úsuga, el por tantos años buscado jefe de la más dura agrupación residual de la interminable guerra colombiana, es un gran golpe militar, político y económico que tiene por qué enorgullecer al gobierno de Duque y a sus mandos militares y policiales.
Úsuga era la cabeza visible de un grupo conformado al margen de las grandes agrupaciones guerrilleras y estaba al mando de un ejército singular que pretendió llamarse Autodefensas Gaitanistas de Colombia pero que entre los Estados Unidos y la Policía Colombiana resolvieron nominarlo como “el Clan del Golfo” para arrebatarle la marca política que nunca parece que hubiesen usado debidamente, lo que significó un espaldarazo para Gloria Gaitán, la aguerrida hija del caudillo asesinado en 1948 y quien ha defendido con hirsuta hidalguía el apellido de su padre.
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Esta agrupación se mantuvo en armas durante todo el proceso de paz de Santos y finalmente no pudieron llegar a ser suficientemente reconocidos nacionalmente, porque siempre actuaron en los extramuros, casi nunca en las ciudades. Tampoco firmaron la paz ni actuaron con contundencia cuando prosiguieron su guerra aunque en más de una oportunidad se hicieron sentir decretando paros armados. Por eso, tal vez, suena a exagerada la comparación que hiciera el presidente Duque al anunciar su captura como un golpe solo comparable al de Pablo Escobar.
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Y resalta, sin duda alguna, el hecho no solo de la permanente sonrisa de Úsuga mientras las cámaras lo captaban en una y otra pose, como sobresalían también las limpias botas y la indumentaria que llevaba puesta. A eso se le ha agregado en las ultimas horas el enredo de la foto del cambuche. En fin, se adornó se adornó tanto el show de la captura que más de un colombiano está pensando que el operativo militar lo que precipitó más bien fue una entrega voluntaria del capo cercado y no el operativo rimbombante que los comandantes de Ejército y Policía pretendieron explicar en sus altisonantes intervenciones.
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Pero ya habrá tiempo de saber esos detalles menores. Lo cierto es que el golpe ha sido muy duro y que si era verdad lo que los gringos dijeron que él manejaba una cifra impresionante de toneladas de cocaína en el mercado internacional, sus efectos deberían tener repercusiones no solo en el precio de la libra de perico en Nueva York y Madrid, sino en las curiosas curvas de la economía colombiana. Habrá que esperar reportes.
Gustavo Álvarez Gardeazábal
El Porce, octubre 26 del 2021