GLIFOSATO, ÚNICA OPCIÓN
Sabemos que la esotérica Ministra de Ciencias se vino lanza en ristre contra el fracking y el uso del glifosato.

Fue introducido al mercado en 1974 por Monsanto, bajo la marca Roundup. Pero la patente de la molécula venció en el 2000 y desde entonces son decenas las compañías que fabrican herbicidas que tienen el glifosato como principal ingrediente activo. Hoy es lo que se conoce como un “genérico”.
Contrario a lo que se piensa, el principal productor de glifosato no son los Estados Unidos sino China que, a estas alturas, controla el 30% de un mercado que vende algo menos de ocho mil millones de dólares al año en todo el mundo y que se prevé que llegue a los diez mil en el 2022.
En Colombia hay poco más de 700 formulaciones de herbicidas aprobadas para proteger cultivos. De ellas, 118 tienen glifosato como ingrediente activo. Aunque el 90% de las moléculas se importa, el 85% de los productos finales se fabrica en Colombia por 45 compañías diferentes. A los obsesivos con las multinacionales no sobra recordarles que Bayer, que compró Monsanto en 2018, no vende en Colombia el glifosato que se usa contra la coca. Y para quienes piensan que reemplazar el glifosato es fácil, como lo creyeron la Constitucional y el gobierno Santos al ordenar a la Policía buscar alternativas al glifosato, un esfuerzo que resulto infructuoso como era fácil de prever, Bayer ha anunciado que destinará USD$5.000 millones en los próximos diez años para encontrar un herbicida alternativo. Nosotros, por supuesto, no teníamos ninguna posibilidad de lograrlo. En fin, el principal exportador a nuestro país es China.
Lo hizo en virtud del “principio de precaución”, por supuestos riesgos del glifosato sobre la vida y la salud, alegando que en marzo de 2015 la Agencia para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) clasificó el glifosato en la lista 2A, como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”, sosteniendo que hay pruebas “no concluyentes” de que puede causar linfoma de No Hodgkin. Lo curioso es que la IARC no hizo distinción alguna sobre el mecanismo para aplicar el glifosato (aspersión aérea o manual) ni dijo una palabra sobre los productos sobre los cuales se usa y, sin embargo, la Corte solo prohibió la aspersión aérea contra los narcocultivos.
Quizás necesita más evidencia el lector de que la Constitucional está politizada y que le importan un comino la vida y la salud: no ha dicho nunca absolutamente nada sobre los otros 82 agentes que están en la lista 2A junto con el glifosato. Peor, no ha dicho nada de nada sobre los 120 agentes que están en el grupo 1 “carcinógeno para el ser humano”, en los que hay pruebas inequívocas de que causan cáncer a los humanos. Ni ha pedido un estudio sobre los casos de No Hodgkin en Colombia ni sobre si esos casos pudiesen tener alguna relación con el uso del glifosato.
Por cierto, los Estados Unidos acaban de ratificar, después de nuevos estudios de su agencia de protección ambiental, lo que vienen diciendo hace décadas: con un uso adecuado, el glifosato no representa riesgos para la salud humana y no hay pruebas de que sea carcinogénico.
Mientras tanto la erradicación manual en nuestro país se hace con una marca china, Cúspide, que en el producto que se vende en Colombia contiene Nonilfenol Etoxilado, una sustancia de lenta biodegradación y un neurotóxico con, esa sí, desenlaces cancerígenos probados, y por eso mismo prohibida en EEUU y en la Unión Europea. Por razones que desconozco, aunque en el Ministerio de Defensa se conoce este problema hace siete años, el proveedor del glifosato chino sigue siendo el mismo y es escogido por una subasta inversa y con proponente único: Talanu Chemical Ltda.
Si queremos ponerle fin al mar de coca que nos tiene azotados y de paso cerrarle este grifo de recursos a los grupos armados organizados y a las bandas de microtraficantes, causantes del grueso de la violencia, es indispensable retornar ya a la aspersión aérea. Pero hay que hacerlo con un glifosato bueno y con un sistema múltiple de proponentes.