Trump, del poder y otros demonios
Óptica periodística Nelson Germán Sánchez Pérez -Gersan-
Con el atentado que sufrió el ex presidente y hoy candidato presidencial Donald Trump en un acto
de campaña en Pensilvania, prácticamente aseguró la presidencia de los EEUU. Si antes la ventaja
era evidente, no por aciertos propios, si no por los errores permanentes del errático y
enceguecido presidente Biden, quien no ha logrado consolidar su liderazgo ni credibilidad; pues
entonces las puertas de la Casa Blanca parecen haberse abierto de par en par para el candidato
republicano.
Puede que haya sido un autoatentado -ojalá no- o una jugada estratégica promovida por el ala
radical de su partido y de seguidores para consolidar su victoria por anticipado, o quizás algún loco
desadaptado con armas que no esté de acuerdo con sus delirantes ideas de vida moderna y
democracia o de algunos demócratas desesperados porque ven la derrota cierta; pero lo cierto es
que ese atentado no solo le dio más ventaja a Trump, lo volvió un mártir para un sector del pueblo
norteamericano, si no que impulsó con viento de cola a sus propias huestes reanimándolas al
inyectarles renovada energía de campaña.
Sea lo que sea que haya sucedido, y ninguno de nosotros puede estar de acuerdo con un acto
demencial como esos contra nadie y menos en plena campaña electoral, lo cierto es que si los
demócratas quieren recuperar una opción para poder pelear ese presidencia, empiezan días
cruciales para sus decisiones. Como el convencer al Presidente Biden que dé un paso al costado,
que reconozca no solo que no pudo convencer al electorado gringo en general, si no que generó
grietas e incredulidades frente a sus propias bases y líderes en el partido, que parecen ya
insalvables.
Lo que pasó con Biden merece todo un análisis, porque nadie duda que lo hizo mediamente bien
como presidente en algunos frentes, pero su gran problema radica en sus incapacidades mentales,
orales y físicas que se notan públicamente deterioradas y le restan confianza frente a las personas.
No es porque esté viejo, incluso que tenga problemas de lentitud al desplazarse o que se caiga, la
preocupación radica en que no coordine pensamientos y palabras, sus ideas no sean claras, se
presente incoherente y olvidadizo y eso es algo que a un líder político en ejercicio no se lo perdona
la sociedad actual y menos si tiene bajo su responsabilidad la economía, la seguridad y el bienestar
de una nación. Distinto si Biden fuera solo un líder espiritual, recuerden que Juan Pablo II
evidenció y nunca ocultó su deterioro físico y mental, incluso lo hizo como una manera de
demostrar que todos pasaremos por ello y que el dolor y el sufrimiento son parte del crecer y el
camino hacia lo espiritual. Pero a un político como Biden que se tiene para otros menesteres,
estas situaciones no le quedan para nade bien ni lo favorecen, porque cada vez que las hace
notorias ante los demás les restan credibilidad y entusiasmo. Es más, agrega demasiada
preocupación al futuro colectivo y nadie quiere un futuro incierto o empeorado.
Con este terrible atentado a Trump, que afortunadamente no pasó a mayores o el polvorín
hubiera estallado en USA, se presenta también una oportunidad única para los demócratas de
recomponer lo andado pero con otro candidato, uno carismático, joven y locuaz o tal vez la propia
vicepresidenta Kamala Harris, quien ha demostrado prudencia y sapiencia en ese cargo, así como
la inteligencia emocional suficiente para convencer y presentarse como una mejor opción ante las
propuestas de Trump.
Con la campaña presidencial en EEUU, con ese atentado de por medio, se cumple aquello de que
la lucha se libra en todos los campos y con todas las armas, y en un ambiente de intereses
cruzados, hostilidad, irasible y pendenciero como el actual allí, vamos a ser espectadores de una
guerra electoral que ira escalando en emociones y ataques en la lucha por el poder. Que entre el
diablo y escoja, como dirían por ahí.