Jaime Edo Reyes

El ascenso del principe y el ocaso de los partidos

 

Sergio Fajardo, German Vargas Lleras, Humberto de La Calle, Clara López, Alejandro Ordoñez, además de ser precandidatos a la Presidencia tienen en común querer ser candidatos por firmas, situación de fácil acceso para ellos como quiera que a ninguno lo ata la representación política parlamentaria ni la dirección partidista, en otras palabras, no se encuentran prisioneros de las normas sobre militancia política establecidas en el régimen electoral, aunque todos ellos han estado vinculados a organizaciones políticas y tienen una clara identidad ideológica -en algún momento han representado su partido, o alguna de sus vertientes-.

Juega a favor de ellos que la militancia partidista es mucho más clara y exigente para integrantes de corporaciones publicas, senado, cámara, asamblea y concejo, y su decisión se explica por el desprestigio de los partidos. Sin embargo, la posibilidad de inscribirse por firmas se hizo para grupos significativos de ciudadanos que no militan en partidos, opción valida en ciertos contextos pero no como regla general para quienes son los responsables del régimen político actual.

A nuestro sistema político se le conoce como presidencialista, es diferente al parlamentario, en el primero existe una fuerte concentración de poder en el ejecutivo y en el segundo el poder lo tiene el parlamento. En el sistema presidencialista el ejecutivo ha logrado quebrar la independencia de poderes, y el presidente además de ser jefe de gobierno es jefe de estado. Este diseño ha conllevado al ascenso del príncipe, un líder, en ocasiones caudillista, que no quiere responder a las estructuras y reglas partidistas.

Y al mismo tiempo, los Partidos Políticos han venido decayendo, hoy por hoy, tal como lo muestran las ultimas encuestas, éstos tienen una muy poca aceptación de la gente. La falta de democracia interna, los liderazgos mediocres, la poca iniciativa, el poco contacto con la gente, las incontables mentiras y engaños de los políticos han rebosado la paciencia. La corrupción del régimen y en particular de algunos políticos ha llevado a la desesperanza de los ciudadanos.

Este panorama no es aconsejable, los partidos políticos son necesarios para encausar la democracia participativa, para estructurar la democracia, seguir los caudillismos nos lleva a ser súbditos en regímenes totalitarios y populistas. El vecino ejemplo de Venezuela en donde una Constituyente ilegal amenaza con legitimar a un Maduro amenazante –“provoca convertirse en un dictador”- no puede de ninguna manera tener eco en nuestra nación.

Trabajar por devolverle a los partidos políticos credibilidad y honorabilidad demanda coherencia de los dirigentes de éstos, acciones ejemplarizantes y comportamientos honestos de sus militantes, trabajo duro y arduo, democracia y reglas internas claras. Tal vez es una utopía creer que esto se puede conseguir, pero es nuestro deber trabajar por ello.

 

 

 

 

 

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