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Diario de la esperanza

Hace unos días nuestro colectivo SOMOS “La generación de la esperanza” decidió visitar a un grupo de campesinos de los cuales habíamos escuchado venían estructurando proyectos entorno a la innovación social. Visita que se decidió a mitad de semana para ser concretada el día sábado, motivo por el cual casi no puedo conciliar el sueño las noches restantes, lleno de ansiedad por el encuentro con algunos de los protagonistas de la nueva Colombia.

Llegado el día, muy temprano estaba despierto sin esfuerzo alguno sentado a la orilla de mi cama, listo para cumplirle la cita a aquel grupo de personas y a mi propio destino. Después de un reconfortante duchazo, un beso gigante a mi mulata y al par de angelitos que Dios me envió, estaba sentado en un pequeño automóvil junto a tres de nuestros coequiperos, uno de los muchachos asomado a la cuarta década y los otros dos jóvenes mucho más cercanos a la sexta o séptima tal vez.

Aparecía el sol y emprendíamos camino vía norte del Tolima, primera parada un restaurante en donde nos deleitamos con un suculento desayuno compuesto por caldo de pajarilla, carne, arroz, pan y café. Aumentaban las horas y con ellas el inclemente sol que nos acompañaría por fortuna y la de los residentes de aquel municipio, todo el día, pues tan solo horas atrás una creciente del rio grande de la Magdalena había amenazado el casco urbano.

En nuestro norteño municipio nos recibía una hermosa casona con más de 250 años de construcción que había albergado a más de 3 generaciones, tomamos un pequeño aliento, unos cuantos vasos con agua y continuamos nuestro camino hacia el lugar de encuentro, una de las tantas veredas que conforman el territorio. La casona muy bien conservada, en contravía de la realidad de aquel puerto del amor, pues a esos lares aún no ha llegado la prosperidad y las oportunidades no han sido para todos.

Rumbo a la vereda por vías terciarias desbaratadas sin más no poder, por fin llegamos a visitar a Don Abraham, a Don Carlos y a su señora madre quienes nos recibieron con unos cuantos vasos de agua chorreada muy fría. Cargamos baterías y a caminar se dijo, igual por vías en pésimo estado, pero con un agravante, hace muy poco tiempo fueron pavimentadas con una capa asfáltica de menos de 3 centímetros de espesor, razón por la cual con la primera oleada invernal había vuelto a su estado original.

Anécdota tras anécdota nos adentramos en el terruño de Don Abraham, Don Carlos y las más de 300 familias que habitan ese rincón alejado de la civilización, la prosperidad y la equidad, quienes nos enseñaban con orgullo todo el potencial que tienen para ofrecer no solo al Tolima sino al mundo entero.

Nuestra visita estaba destina a tratar de brindar un apoyo técnico a aquel proyecto, pero llenos de sorpresa nos encontramos con que la gran enseñanza de aquellos saberes ancestrales estaba destinada a recargar de esperanza a nuestro equipo, aquella que algunos han perdido gobierno tras gobierno, esa que les han robado elección tras elección, promesa tras promesa.

Así las cosas, dejamos sentado que si son posibles las transformaciones sociales efectivas, que juntos podemos combatir el atraso y la corrupción y que podemos trazar un camino de oportunidades para todos, siempre que entandamos que son los Campesinos los protagonistas de la nueva Colombia, en donde no tiene cabida una bala más.

 

FERNANDO GUZMAN

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