ColumnistasNelson Germán Sánchez

La desesperación

Óptica Periodística

Hace tan solo tres días que la Alianza por la Niñez en Colombia presentó su informe sobre el suicido en el país. En el mismo dan cuenta de que la ansiedad, sensación de miedo, depresión, angustia y baja autoestima pueden ser síntomas de enfermedades de salud mental, sobre los cuales se debe estar alerta por parte de cuidadores de niños, niñas y adolescentes; así como por su núcleo familiar, docentes y conocidos. El gran problema parece ser que esas señales no son identificadas a tiempo por ninguna persona de su entorno social, escolar o familiar.

Según la misma fuente, entre enero y abril de este año por lo menos 80 niños, niñas y adolescentes se han suicidado en el país. Un dato nada alentador y sí muy aterrador. 

Al parecer, parte de esta situación es que quienes tienen a cargo de los niños y adolescentes no tienen ni han desarrollado las habilidades para detectar posibles síntomas de alarma, al igual que una especie de velo en familiares que por simple desconocimiento, por desinterés o por no prestarles atención, atribuyen este tipo de signos otras situaciones no relacionadas con la salud mental o afectiva. Por ejemplo, a pataletas, a que son tímidos, introvertidos, existencialistas o adolescentes en crecimiento. 

Pero los expertos advierten que al ser constantes estos comportamientos, aislarse de las familias y de amigos, ser oposicionales o irritables en exceso, es mejor consultar con psicólogos, psiquiatras o médicos.    

La situación no es de poca monta, porque según el reporte entregado por las directivas de dicha Alianza entre los años 2016 y 2019, por lo menos 34 mil niños tuvieron un intento de suicidio, cada día 23 prueban acabar con su vida y cada 30 horas uno logra su cometido de poner fin a su  existencia. Fueron las niñas, con más del 70 por ciento, quienes más intentaron quitarse la vida, mientras que los niños lo hicieron en menor proporción. La mayoría de casos de suicidio se da en adolescentes. Por eso, siempre es mejor tener un trato amoroso, respetuoso, que motive la autoestima y habilidades de relacionamiento en ellos.

Pero niñas, niños y adolescentes no son los únicos en riesgo. Expertos como Miguel de Zubiría habían advertido ya que era necesario tener por parte de las autoridades de salud una estrategia real, dar trato de primera a la salud mental en estos tiempos de pandemia, debido a que la ansiedad y el miedo son trastornos que pueden dispararse en cualquier persona a cualquier edad. Porque este confinamiento, la angustia, el aislamiento, la incertidumbre de todo tipo, las emociones encontradas, el rompimiento de rutinas, pueden afectar a cualquier ser humano generando desequilibrios emocionales en ellos y sus relaciones sociales. 

Carlos Climent, otro experto de la conducta humana, había advertido que investigaciones a nivel global daban cuenta de la necesidad de prevenir el suicidio en esta cuarentena, basado en proyecciones hechas en por la Well Being Trust, donde se advertía que las muertes asociadas a la depresión, el suicidio, las drogas, el alcoholismo podrían dispararse, sobre todo en poblaciones de alto riesgo. 

Números tétricos que seguirán al alza dependiendo de la capacidad de recuperación de las personas, del impacto económico que sufran, de la mella generada por la desesperación y de tener sus necesidades básicas insatisfechas o no. El suicidio es una pandemia, no de segundo nivel, si no de primerísimo y se requieren profusos recursos, planes a largo plazo y no perder el sentido humano frente a la misma.

En honor a un batallador, que aguantó hasta donde sus fuerzas le permitieron y quien no dejó de llamar la atención para generar conciencia sobre esta problemática hasta último minuto.  Descansa en paz Eduardo Fandiño -“el Fandi“.

   

 

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