ColumnistasGustavo Álvarez Gardeazábal

Manizales sigue botando la plata

Guardo por Manizales un afecto especial porque nos lo enseñaron en la familia.

El abuelo librero, que tenía como único capital los ojos negros de su madre pues ni su padre, un artesano sordo que aunque llegó a ser nombrado dos veces alcalde Tuluá no levantó jamás algo más que el calificativo de honrado y honorable, ni su abuelo, el curtido padrillo avaro de don Julián Cruz, a quien le sobraron la plata y las mujeres, pudieron mandarlo a estudiar a Bogotá o tan siquiera a Popayán.

Terminadas las escaramuzas de la Guerra de los Mil Días, se fue por su propia cuenta a la recién fundada, pero desde entonces siempre pujante Manizales, a aprender del mundo y sus placeres y a trabajar como dependiente en el almacén de Aquilino Villegas, la universidad suprema de la capital caldense.  Allá le enseñaron al abuelo Gardeazábal a leer y escribir en el idioma de los ingleses del señor Williamson y de los alemanes del señor Kobel.

Pero, sobre todo, a sumar, restar, dividir y multiplicar en el arte del comercio. Si hubiese podido ganarle la batalla amorosa al descendiente de los mineros Williamson de Marmato, tal vez yo no habría nacido. Pero como la perdió y el británico se casó con la grandotota de Mercedotas Londoño, a quien ambos pretendían, se vino graduado de la vida a ejercer en Tuluá de dueño de la Librería y Tipografía Minerva y a enseñarle a sus hijos y ellos a nosotros, sus nietos, a amar a Manizales.

La vida me permitió renovar una y otra vez ese amor por la ciudad del Ruiz y hasta escribí LOS SORDOS YA NO HABLAN, la novela sobre la estupidez de haber dejado estallar el volcán sin instalar el sismógrafo que el ministro de Minas de entonces, don Iván Duque Escobar, no le compró nunca al volcán que empezaba a calentarse.

Los manizalitas (menos el doctor Hernando Arango Monedero) se contentaban entonces afirmando que ellos no necesitaban ese aparato porque tenían una perra pastor alemán en el Refugio del Ruiz, al pie de donde comenzaba la nieve y que ella, muy sensible, avisaba cuando el volcán se nojaba y botaba ceniza. Probablemente por pagar esa deuda ancestral con Manizales ayer leímos que el gobierno de los mocosos que preside el hijo  de aquél  ministro que no facilitó el sismógrafo  le ha adjudicado otros 200 mil millones a la terquedad manizalita es decir, al embeleco del aeropuerto de Palestina que llevan varias décadas tratando de construirlo contra toda lógica comercial y aeronáutica.

El año pasado ya le habían depositado 150 mil millones más en una fiducia y aunque cada vez hay más gente en la capital de Caldas y en los ministerios bogotanos que saben que toda esa plata la están botando en la ilusión del aeropuerto, hoy aplauden frenéticamente a los mocosos que en plena pandemia y ante la crisis económica que se nos avecina prefieren arrojar semejante dineral a tamaño foso sin fondo y no invertirlos en  los cimientos de la Colombia que debe surgir después de esta peste.

Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

 

Deja tu opinion

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Mira también
Cerrar
  • https://cloudstream2036.conectarhosting.com:7096/stream?type=http&nocache=14
  • Música y Noticias