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¿Por qué los niños son agresivos?

 

Las preguntas “¿Por qué los niños son agresivos?”, “¿Doctora, usted hace terapia para niños agresivos?” y “¿Doctora, como tratar a un niño agresivo?”, además de otras referencias cotidianas que los adultos realizan sobre los niños, son el reflejo de una creencia muy extendida, según la cual, los niños, niñas y jóvenes son poseedores de una naturaleza esencialmente agresiva, naturaleza que podemos ver brillar en la enérgica rebeldía de los adolescentes y en los berrinches, pataletas y bravuconadas de los niños y niñas. Las cosas no son así. “!TU HIJO NO “ES” AGRESIVO¡”, “!TU HIJA NO “ES” AGRESIVA¡”, así como tampoco “ES” malgeniado o malgeniada, ni “ES” grosero,  grosera o egoísta.

LA NATURALEZA DE TU HIJO O TU HIJA NO ESTÁ EN NINGUNA DE ESTAS ETIQUETAS IMPUESTAS POR EL MUNDO ADULTO, PUES ES UN SER HUMANO EN CONSTANTE APRENDIZAJE (IGUAL QUE TÚ) Y NO NACIÓ AGRESIVO, MALGENIADO, GUACHE, GROSERO O EGOISTA. Pensarlo y decirlo equivale a señalar que todos los niños nacen con el mismo defecto de fábrica y que la labor de los padres y educadores es ayudar a transformar lo que salió defectuoso desde su matriz de origen. Es por ello que ante las preguntas atrás planteadas, y haciendo honor al amor y respeto que siento por los niños y a la naturaleza de cada uno, debo decir que no existen razones que expliquen por qué los niños son agresivos, que yo no hago terapia para niños agresivos y que no hay formas especiales para tratar a un niño agresivo o a una niña agresiva por la sencilla razón de que LOS NIÑOS NO “SON” AGRESIVOS.

 

Ahora, soy consciente que una de las características de nuestra sociedad y de nuestra cultura es su tendencia a reflexionar dividiendo la realidad en dos posibilidades únicas y antagónicas, en dos polos enfrentados, y por ello no sería de extrañar que algún amable pasajero de estas líneas pueda pensar que, como digo en el párrafo anterior que los niños y las niñas no “son” agresivos debe ser entonces porque creo que son lo contrario, que son dóciles, mansos y obedientes, razón suficiente para anticiparme y dejar claro que desde mi perspectiva, nada hay más alejado de la realidad. Abrigar la creencia del niño perfecto, siempre obediente, ordenado, limpio, sonriente y dispuesto a cumplir los deseos de sus padres, que no causa disgustos ni inconvenientes, es el “deber ser” propuesto por el mundo adulto, un modelo contra natura, solo posible en la imaginación y solo a costa de negar su maravillosa y variopinta naturaleza, la cual, está integrada por una amplia gama de tonalidades. Intentar explicar la naturaleza de un niño a partir de rótulos como “niño bueno”, “niño malo”, “niño agresivo”, “niño dócil”, “niño obediente”, “niño desobediente”, es tan necio como intentar pintar un cuadro que represente fielmente, a los ojos de cualquier persona y en todo su esplendor a un jardín de flores utilizando solo el color blanco o el color negro. Los niños no son agresivos, esa no es su naturaleza y tampoco son santos, los niños son “seres humanos”, de carne y hueso, genuinos terrícolas como los somos tú y yo y con tantos matices como tú y yo. 

 

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