ColumnistasJuan Manuel Díaz

La familia siempre primero

Esta semana cumplí mis primeros 30 años de vida, y como era de esperarse, las personas cercanas siempre son responsables de agasajos y homenajes sencillos, pero sentidos en medio de las restricciones pandémicas.

Por estas fechas especiales y cuando las luces de navidad iluminan las fachadas y los corazones, no puedo evitar pensar en la importancia de la familia como base de toda sociedad.

Nadie ha dicho nunca que no existan dificultades, problemas, diferencias, e incluso rencillas que parecieran irremediables, pero dudar de lo fundamental para el alma, como lo es contar con el núcleo que nos ha visto nacer y crecer, que nos ha acompañado en las buenas y en las malas; sería una muestra de un ego desbordado confundido con amor propio.

Más allá del cliché reconocido por Rubén Blades en su famosa canción, la familia más que familia, es otra parte de nosotros. Es una partícula que conforma un gran todo que puede desmoronarse si alguno de ellos nos falla, está ausente o abandona el plano de lo terrenal.

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Nada podrá remplazar el abrazo de una madre a su hijo, y nada será más grande que la entrega y los sacrificios de un padre para que ese hijo y esa madre estén bien. Aun así, muchas veces pecamos por egocéntricos, abandonamos de muchas formas y sin razón a quienes más nos quieren, y dejamos que los pequeños poderes y las cosas materiales que a veces ostentamos, se sobrepongan a los detalles simples de la vida. Un beso, una caricia y un abrazo de la persona amada.

«Los regalos prometidos», por Juan Manuel Díaz

Ojalá y pudiéramos por estas fechas de navidad, en medio de una de las peores crisis mundiales que nos ha tocado vivir, encontrar reparo en las grietas sentimentales y en las diferencias familiares que por una u otra razón nos han llevado a estas tristes, a lastimar y salir lastimados, a querer dejar todo en el olvido, aun cuando para otras personas en hospitales y cárceles, hay cosas mucho más graves que ya no tienen solución.

Es probable que hoy alguien esté esperando que hagamos algo excepcional para cambiarlo todo, para remediar lo que ya no salió bien. El 2020 está a punto de expirar.

Otras columnas de opinión: «El tapabocas o la vida»

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