ColumnistasRicardo Cadavid

La infraestructura es inversión social

Anda circulando una carta abierta a la comunidad, suscrita por “dirigentes políticos y líderes sociales” en la que se solicita al alcalde de Ibagué, menos obras de cemento y más inversión social y, específicamente, no pavimentar calles ni construir el viaducto de la 60, porque lo consideran innecesario, una obra que incluso comparan con los aviones de guerra que iba a comprar el presidente Duque y alegan que no fue incluida en el CONPES 4017.

Conozco a muchos de los firmantes del documento, los tengo en alta estima y quiero creer que tienen nobles intenciones, y que este no es un juego político para reencauchar gente sin representación popular, o que están en campaña o que tienen una visión nociva de lo que es la  oposición política. Como ciudadano hay afirmaciones en esta “carta abierta”, que me preocupan. Comparar una obra de infraestructura vial con los tales aviones de guerra, es una precaria analogía. También me parece preocupante la idea populista de que la inversión en infraestructura no tiene carácter social, máxime cuando Colombia, en términos de infraestructura vial, ocupa el puesto 94 entre 160 países; esa infraestructura por donde se mueve carga, se generan empleos, se transportan turistas, trabajadores, gente, alimentos, medicinas, bienes de todo tipo, pero que, al parecer, no tiene nada que ver con lo social, según el documento. Las vías no movilizan carros, movilizan personas y eso es un portentoso hecho social. 

La inversión en infraestructura es, sin lugar a dudas, socialmente relevante. Si se construye un complejo acuático, como el que acaban de torpedear en la Asamblea Departamental, de lejos eso es una inversión social, no solo por lo deportivo, sino porque su construcción implica puestos de trabajo. 

Si se trabaja en el mejoramiento del acueducto (una deuda histórica de Ibagué) y de los servicios públicos, esas obras de infraestructura, no solo hacen de Ibagué una ciudad atractiva para la inversión, en términos de nuestra real vocación (que son los servicios), sino que, dichas obras, implican puestos de trabajo. Las «tendenciosamente» llamadas “obras de cemento” implican puestos de trabajo, y en todas las recesiones históricas, los países han iniciado ambiciosos planes de inversión de infraestructura, porque implican puestos de trabajo; así salió Estados Unidos de su recesión en los años 30 y el mundo entero, con el Plan Marshall, pudo reconstruir a Europa después de la devastadora Segunda Guerra Mundial. 

No es extraño que los amigos firmantes del sensible manuscrito social, no encontraran el viaducto  en el documento CONPES, lo realmente extraño es que lo buscaran allí, pues dicho documento establece las reglas de juego para ordenar el transporte masivo de la ciudad, pero no hace listado de obras de ninguna índole. Eso la verdad me sorprendió un poquito, pues uno supone que nuestros líderes saben qué es el Consejo Nacional de Política Económica y Social, a qué se dedica y qué tipo de documentos formula. Digamos que ese pequeño traspiés se puede esperar de cualquier humilde mortal, pero no de gente avezada en el control político y en el manejo de la cosa pública. 

Ibagué adolece de grandes obras. Hace más de 20 años no vemos en nuestra ciudad una obra estratégica de real magnitud. Aún estamos con las mismas avenidas construidas para los juegos nacionales de 1970 y con lo que construyó el alcalde y gobernador Francisco Peñaloza. Para este tipo de trabajo se requiere una gran cantidad de recursos, una visión estratégica de ciudad y la firmeza de carácter para llevarla a cabo, pese al ejercicio tradicional de la política de oposición, que es atravesarse y ponerle palos en la rueda al desarrollo de la ciudad. Al alcalde de turno tiene que irle mal para que a la oposición le vaya bien, así la ciudad pierda. Lamentablemente algunos comparten esa perspectiva del ejercicio político. Espero de todo corazón, que alguno de los amigos firmantes del sonado documento, y que realmente estimo, no piensen eso. 

Una visión de ciudad nos exige pensar en lo estratégico que puede ser una obra como el intercambiador de la 60. ¿Saben cuántos vehículos transitan por la calle 60, en esta ciudad, tan pintorescamente planificada, que permitió la construcción de tres centros comerciales sobre una misma avenida? ¿Dónde estaban en ese momento las personas que debían ejercer el control político para la planeación de la ciudad? ¿Saben cuántas unidades de apartamento se construyen en la actualidad y se esperan en los próximos años sobre la afamada “milla de oro” y sus alrededores? Torres y complejos con miles de apartamentos, y créanme que estas familias no se van a mover en patineta. En menos de una década, por esa calle van a pasar tantos vehículos, que va a ser más fácil entrar a Soacha que atravesar la carrera quinta, como hoy ocurre en la avenida Ambalá, por esa misma falta de carácter y previsión que permitió el desarrollo desaforado de El Vergel.  Esa visión estratégica debería ser clara para alguien que es capaz de encontrar similitudes entre un viaducto y un avión de guerra, y cuenta con la curiosidad necesaria para ir a buscar un listado de obras en un CONPES. 

La falsa división entre «inversión social» y «obras de cemento», es una estigmatización populista, oportunista, y bastante limitada. Hoy ese intercambiador de la 60 está financiado y priorizado en el Plan de Desarrollo. Si esta obra no se hiciera, como claman a gritos los perspicaces detractores del cemento, el día de mañana, cuando la necesidad del viaducto sea inminente y toque apagar incendios, como acostumbra buena parte de nuestra clase dirigente, entonces se requerirá financiarla vía impuesto de valorización, lo que sí implica un golpe al bolsillo de los contribuyentes  y eso lo deben saber nuestros diputados, los concejales y los firmantes que han propuesto este sensible tratado social. El viaducto de la quinta, que ojalá y realmente se haga,  (junto con las demás obras prometidas) generaría seguramente más de 1.300 empleos directos e indirectos, disminuiría tiempos de desplazamiento, aportaría a la calidad de vida de miles de ibaguereños. El empleo y la infraestructura son una importante inversión social. Necesitamos líderes con visión para jalonar el desarrollo de nuestra ciudad, gente que tenga algo en la cabeza, que les funcione el coco, “el segundo piso” que llaman, porque si no les funciona bien, eso sí que sería un delicado problema de  infraestructura. 

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