ColumnistasJohn Jairo Ocampo

No es malicia indígena, es cultura corrupta

En un par de semanas el país comienza a jugarse el futuro del manejo de la crisis por cuenta del coronavirus, al emprender el camino hacia una nueva normalidad y dar los primeros pasos sólidos para la recuperación de la economía y el empleo.

Hasta el 31 de agosto está vigente la emergencia sanitaria y el aislamiento preventivo obligatorio, con 46 excepciones, decretado por el Gobierno Nacional. Al momento de escribir esta columna no hay claridad sobre las nuevas decisiones.

Lo que estamos viendo es un gran optimismo del Gobierno y de los alcaldes, incluida la alcaldesa de Bogotá, hablando del aplanamiento de la curva, de una tendencia a mejorar los indicadores de contagio, y con estas cifras están anunciando más aperturas.

Sin embargo, la ciudadanía se confunde al ver estos escenarios positivos y confrontarlos con los reportes diarios de contagios y muertes. Colombia se ubica, día tras día, entre los cincos países del mundo con más en contagios y eso que faltan dos o cuatro semanas para llegar al pico, según los expertos.

Dentro de la nueva normalidad tendremos que acostumbrarnos a ver cada municipio funcionar manera distinta. Unos tendrán restaurantes abiertos y gastrobares, otros no mucho. Unos abrirán sus aeropuertos, otros abrirán sus fronteras terrestres. Los autocines funcionarán en grandes ciudades, en otros, seguro ya se abrirán todos los servicios hoteleros. En últimas, todo dependerá de la evolución de virus y de las decisiones de alcaldes y gobernadores.

No soy muy optimista de ver pronto la luz al final del túnel. Y las razones son objetivas. Países que abrieron cuando los contagios bajaban y los recuperados estaban por encima hoy están comenzado a cerrar ciudades por rebrotes. El ejemplo más preocupante es Nueva Zelanda, país modelo en el manejo de la pandemia, que ya habla de volver a cerrar algunas ciudades.

Aunque muchos hablan de “prolongada cuarentena” en Colombia, soy de los que creen que no es así. El país permaneció en estricta cuarentena mes y medio –entre el 24 de marzo y el 30 de abril– y a partir de ese momento se abrieron varios sectores y salió más gente a la calle, lo que podría explicar que los contagios y las muertes no paren de crecer.

De la autoridad y la disciplina dependerán que no veamos una explosión de contagios y fallecidos en un par de meses. Lo triste es ver a miles de colombianos queriendo hacer trampa a las normas, saliendo a vacacionar en los puentes festivos, no respetando los aislamientos y, ya relajados, sin uso de tapabocas y en rumbas clandestinas. Esto es una clara muestra de la indisciplina y también de nuestra cultura corrupta, que no es exclusiva ni de los funcionarios ni de los políticos.

En Twitter leí que nuestra “malicia indígena” explicaba por qué se vieron tantos carros durante el puente festivo de la batalla de Boyacá, transitando por trochas, evadiendo la Policía para llegar a la finca o a la casa de un familiar en plan de paseo.

Eso no es malicia, ¡no! Eso es cultura corrupta. Cuando un padre de familia se ufana de pasarse el semáforo en rojo o de sobornar un policía o de colarse en la fila del TransMilenio o hasta de falsificar un documento, está actuando como un corrupto y sembrando en sus seres cercanos el germen de la corrupción.

Sumado a esto, y es lo que hace aún más difícil abrir en medio de la pandemia, es la falta de autoridad.

Se necesita una dosis más fuerte de autoridad del presidente Duque y de los gobiernos locales. Hoy es un chiste ver al mandatario de los colombianos, y a gobernadores o alcaldes, exigiendo disciplina y los noticieros mostrando todo lo contrario.

Las autoridades deben evitar ser la burla de los ciudadanos y tomar las acciones para hacer cumplir las normas, exigiendo resultados. Eso sí, sin abusos.

Sin rumbo fijo

Aquí tenemos que poner todos de nuestra parte y como sociedad tenemos que ser disciplinados.

#ConTodoRespeto: La invitación a todos los líderes políticos, y especial a los del partido de Gobierno, es a no ejercer tanta presión sobre la justicia. Hay que dejarla actuar y que decida en derecho. Si el expresidente Uribe se equivocó, pues deberá acatar las decisiones. Y si demuestra su inocencia, pues tiene el espacio para seguir adelante.

J J OCAMPO
Periodista especializado economía

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